lunes, 7 de marzo de 2011

Ha muerto Alberto Granado.


Con inmenso dolor he recibido al mediodía de hoy 5 de marzo de 2011 la aplastante noticia del fallecimiento de Granado siéndome imposible, de momento, aceptar que era cierto. De inmediato me comuniqué con su familia para compartir el dolor.
La muerte debiera sernos familiar por lo cotidiana que resulta pero ante la pérdida de algunas personas entrañables es muy difícil aceptar que ya no se les podrá volver a ver, llamar por teléfono. Compartir en fin. Este es el caso de Granado; alguien a quien Cuba le tiene que estar muy agradecida pues cuando nuestros especialistas se iban del país y el imperialismo yanqui nos amenazaba él vino a trabajar, a darnos su enorme y múltiple experiencia. Abandonó atractivas posibilidades económicas para compartir con nosotros sueños, dolores, escaseces y esperanzas.
Es imprescindible consignar que Granado tiene excepcionales méritos de los que habrá que hablar y escribir mucho; creer que es sólo el amigo del Che es reducirlo. Ese fue su gran privilegio. Sólo eso.
Lo conocí a principios de 1983 en Guanabo, La Habana; hablamos largo rato y quedamos citados para el 14 de junio siguiente ocasión en que ofrecería una conferencia a profesionales de educación en Ciudad Libertad. Luego de la misma nos fuimos a Tropicana y cenamos. Así empezó todo. Él era la grandeza simplificada. Luego hubo varias visitas recíprocas. Mis hijos menores crecieron oyendo hablar de Don Ernesto y de Granado. O hablando con ellos. Ese hecho contribuyó de manera notable a la formación de los mimos. Junto a uno de ellos conocí la noticia en el noticiero nacional de televisión hoy. Compartimos el dolor.
Le debía una visita a Granado. A principios de diciembre pasado lo llamé por teléfono para hacerle una consulta, una más, y anunciarle mi próxima visita a Buenos Aires. Le alegró mucho y me dijo algo que no podré olvidar nunca: Tráeme un pedacito de Buenos Aires. Le traje filmes de Gardel, sin embargo, la distancia, la desidia, la incapacidad de valorar la velocidad de tiempo y nuestro rápido paso por la vida impidieron que fuera a verlo.

Ya no podrá ser. ¿O acaso si? José Martí dice que morir es seguir viaje, que la muerte es una forma oculta de la vida.
Para quienes conocimos a Granado sabemos que era un hombre despojado de egoísmos, ambiciones y pequeñeces. Me duele haber perdido al amigo entrañable que al llegar a Santa Clara pedía hablar con dos personas; una de esas personas era este humilde y sencillo cubano de a pie. No un científico, profesor, viajero, conferencista, investigador, estadista, diplomático, revolucionario… de su excepcional jerarquía.
El dolor es universal; desde la lejana Suecia, Ciro Bustos me contacta estremecido de dolor por la pérdida de su amigo y compatriota. Mis hermanos y hermanas argentinas lloran sinceramente la partida del Hombre de colosal sencillez. En Cuba la comunidad guevariana es consciente de la significación del hecho y se apresta a perpetuar su memoria. Y su ejemplo.
Sus restos descansarán en tres países de Nuestra América. Y en millones de corazones de personas que lo conocimos personalmente, lo que constituye un privilegio, o en filmes, libros, anécdotas...

1 comentario:

marce / lechu dijo...

Arístides, comparto con vos el dolor inmenso y la secreta esperanza de Martí; tiene la muerte que ser eso, una forma oculta de la vida.
Voy a seguir recorriendo este blog que cuenta con la sencillez y la calidad que te caracterizan.
GRACIAS POR TODO.

Abrazo revolucionario