Don Ernesto Guevara Linch fue padre preocupado y ocupado por la formación de sus hijos. Los de su primer matrimonio con doña Celia de la Serna y de la Llosa y los de su siguiente matrimonio con Ana María Erra Arredondo, Viuda de Guevara, viuda de veras, recibieron una sólida formación cultural. Conocí desde niños a Victoria, Ramón y Ramiro a inicios de la década de los 80. Acabo de encontrarme con el menor de los chicos, como decía don Ernesto, con Ramiro, Ramirito.
Nos hemos encontrado en Rosario. Hacía muchos años que no lo veía. Al acercarse, Coco López me lo anunció. Lo abracé. Quedé de pie mirando no a este Ramiro, sino al que recordaba, me dijo siéntate y sólo le pude responder: déjame mirarte. En realidad yo pensaba en la felicidad que habría sentido su viejo, pero ahora el Viejo tendría más de 100 años.
Con Ramiro, Coco y otros fui a la casa en donde nació el Che, se trata de un antiguo edificio muy bien conservado. El apartamento en que permanecieron Don Ernesto y su esposa es muy amplio, ventilado, con vista a la calle, acogedor, ambientado con muebles de la época, todo es coherente.
Se exhibe una amplia muestra fotográfica que permite acercarse a la familia de los Guevara de la Serna en las distintas etapas de sus vidas.
Estar en aquel santuario con un intelectual de la talla de José Andrés Coco López, autor Che, El Rosarino acompañado además por el menor de los hermanos del Che me produjo una emoción fácilmente comprensible.
Sin embargo, para mí lo más impresionante fue reencontrarme con el chico y verlo realizado por su propio esfuerzo, sin utilizar su apellido, sin hacer ostentación de ser hermano del hombre del siglo XX, actuar con una gran sencillez. Yo lo miré igual que a mi hijo Yosvany de su misma edad, y con el cual cruzó algunos puñetazos pequeños a los 3 ó 4 años de edad.
De Argentina traje muchísimos recuerdos hermosos pero para mí uno de los momentos más significativos fue mi encuentro con el hermano menor del Che, con el hijo de Don Ernesto Guevara y de Ana María Erra, la Viuda dignísima.
Nos hemos encontrado en Rosario. Hacía muchos años que no lo veía. Al acercarse, Coco López me lo anunció. Lo abracé. Quedé de pie mirando no a este Ramiro, sino al que recordaba, me dijo siéntate y sólo le pude responder: déjame mirarte. En realidad yo pensaba en la felicidad que habría sentido su viejo, pero ahora el Viejo tendría más de 100 años.
Con Ramiro, Coco y otros fui a la casa en donde nació el Che, se trata de un antiguo edificio muy bien conservado. El apartamento en que permanecieron Don Ernesto y su esposa es muy amplio, ventilado, con vista a la calle, acogedor, ambientado con muebles de la época, todo es coherente.
Se exhibe una amplia muestra fotográfica que permite acercarse a la familia de los Guevara de la Serna en las distintas etapas de sus vidas.
Estar en aquel santuario con un intelectual de la talla de José Andrés Coco López, autor Che, El Rosarino acompañado además por el menor de los hermanos del Che me produjo una emoción fácilmente comprensible.
Sin embargo, para mí lo más impresionante fue reencontrarme con el chico y verlo realizado por su propio esfuerzo, sin utilizar su apellido, sin hacer ostentación de ser hermano del hombre del siglo XX, actuar con una gran sencillez. Yo lo miré igual que a mi hijo Yosvany de su misma edad, y con el cual cruzó algunos puñetazos pequeños a los 3 ó 4 años de edad.
De Argentina traje muchísimos recuerdos hermosos pero para mí uno de los momentos más significativos fue mi encuentro con el hermano menor del Che, con el hijo de Don Ernesto Guevara y de Ana María Erra, la Viuda dignísima.
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