Enviados por Alberto Granado recibí en mi casa, en la Ciudad del Che, a Alex Wall y su esposa Natalia Vaccarezza en el 2005 ocasión en que ellos tuvieron la iniciativa de que yo viajara a la República Argentina. Luego de ese momento memorable mi casa se convirtió en la casa de los argentinos, para privilegio mío.
Entre estos Martín y Gonzalo, los últimos, y los anteriores conspiraron para concretar el viaje, si concretar. A una funcionaria, de uno de los dos países implicados en el trámite, le dije que si Cristóbal Colón hubiese tenido que hacer tantos trámites, buscar tantos sellos, notarios, legalizaciones, someterse a tantos trámites no hubiera emprendido el viaje famoso, y fatídico, para nosotros. Como era medio en broma y muy en serio, sonrió.
Ayer día 4 de noviembre visité la Embajada de la República Argentina en Cuba y para mí hubo dos cosas impresionantes: la sobriedad del edificio que recuerda la sencillez del Che y la atención exquisita que recibí, tanto que olvidé todas las exigencias burocráticas. Fui atendido por las asistentes consulares Ivis Pérez, Gisela Victorero y Teresita Fleites. La joven Ivis fue sumamente compresiva y colaboró en cuanto pudo. Al anunciarme que la Cónsul me esperaba me dijo un sincero ¡Suerte!
La Jefa de la Sección Consular, Alessandra Viggiano, es una argentina muy especial, realiza su importante trabajo con exquisitez y sensibilidad poco acostumbradas. No me acosó a preguntas; me estimuló a hablar para emitir su decisión luego de una valoración objetiva. Con algo de emoción reprimida le pregunté, cuando noté el final de la entrevista ¿me va a permitir visitar su país? Y con una espléndida sonrisa sólo me dijo: pues claro que sí. Yo esperaba ser aceptado pero ante la confirmación de la realización de un viejo sueño sentí una conmoción que ella debió notar.
Esa noche supe que un avión con 68 personas a bordo, 8 de nacionalidad argentina, de ellas 5 mujeres se había estrellado cerca de Santa Clara. Sentí un gran dolor. Hoy día 5, a las 8 de la mañana estaba frente a la Embajada y vi de cerca a la Señora Embajadora hablando a través de su móvil. Supuse que estaba hablando alguien de su gobierno. Ivis me comentó, más tarde, que habían trabajado durante toda la noche. Había consternación general y la bandera señalaba duelo. Expresé, y reitero, mi dolor por la pérdida de tantas esperanzas.
No me es posible, por ese fatal suceso, festejar la proximidad de mi viaje para reencontrarme con personas entrañables y, aunque con serias preocupaciones, por fin visitaré Buenos Aires.
No es cortesía sin seriedad de mi parte decir que igual que esta es la Ciudad del Che, mi casa es la de cualquier guevariano sincero. El 8 de diciembre trataré de estar, entre otros, con Olivia, Camilo y Luisina.
Entre estos Martín y Gonzalo, los últimos, y los anteriores conspiraron para concretar el viaje, si concretar. A una funcionaria, de uno de los dos países implicados en el trámite, le dije que si Cristóbal Colón hubiese tenido que hacer tantos trámites, buscar tantos sellos, notarios, legalizaciones, someterse a tantos trámites no hubiera emprendido el viaje famoso, y fatídico, para nosotros. Como era medio en broma y muy en serio, sonrió.
Ayer día 4 de noviembre visité la Embajada de la República Argentina en Cuba y para mí hubo dos cosas impresionantes: la sobriedad del edificio que recuerda la sencillez del Che y la atención exquisita que recibí, tanto que olvidé todas las exigencias burocráticas. Fui atendido por las asistentes consulares Ivis Pérez, Gisela Victorero y Teresita Fleites. La joven Ivis fue sumamente compresiva y colaboró en cuanto pudo. Al anunciarme que la Cónsul me esperaba me dijo un sincero ¡Suerte!
La Jefa de la Sección Consular, Alessandra Viggiano, es una argentina muy especial, realiza su importante trabajo con exquisitez y sensibilidad poco acostumbradas. No me acosó a preguntas; me estimuló a hablar para emitir su decisión luego de una valoración objetiva. Con algo de emoción reprimida le pregunté, cuando noté el final de la entrevista ¿me va a permitir visitar su país? Y con una espléndida sonrisa sólo me dijo: pues claro que sí. Yo esperaba ser aceptado pero ante la confirmación de la realización de un viejo sueño sentí una conmoción que ella debió notar.
Esa noche supe que un avión con 68 personas a bordo, 8 de nacionalidad argentina, de ellas 5 mujeres se había estrellado cerca de Santa Clara. Sentí un gran dolor. Hoy día 5, a las 8 de la mañana estaba frente a la Embajada y vi de cerca a la Señora Embajadora hablando a través de su móvil. Supuse que estaba hablando alguien de su gobierno. Ivis me comentó, más tarde, que habían trabajado durante toda la noche. Había consternación general y la bandera señalaba duelo. Expresé, y reitero, mi dolor por la pérdida de tantas esperanzas.
No me es posible, por ese fatal suceso, festejar la proximidad de mi viaje para reencontrarme con personas entrañables y, aunque con serias preocupaciones, por fin visitaré Buenos Aires.
No es cortesía sin seriedad de mi parte decir que igual que esta es la Ciudad del Che, mi casa es la de cualquier guevariano sincero. El 8 de diciembre trataré de estar, entre otros, con Olivia, Camilo y Luisina.
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