lunes, 14 de febrero de 2011

Graciela Masetti y la Niña de Guatemala.


La noche del 17 de diciembre pasado ofrecí una charla en la Casa José Martí, de Buenos Aires, invitado por Valeria y Mariano, escritores guevarianos entrañables. Sólo al final supe que la hija de Masetti, el Comandante Segundo, hombre de confianza del Che, estaba en el grupo, entre otras personalidades como Rodolfito. Pedí un aparte con ella.
Graciela es una mujer encantadora dicho así pudiera parecer, pero no lo es, una generosa dádiva en memoria de su padre al que Cuba debe mucho, entre otras cosas que sea más conocido por la juventud cubana.
Hablamos de Cuba, del Che, de su padre, de la Revolución Cubana y me dijo con sinceridad que ella pensaba que yo hablaría de la Niña de Guatemala. Era mi despedida, a la mañana siguiente debía regresar a Cuba. Por no haberlo hecho entonces le dedico estas notas sobre la Niña de Guatemala a la Niña de Jorge Ricardo. Es mi homenaje a su familia.
José Martí llegó a Guatemala a principio de 1877 procedente de Méjico en donde había dado palabra de matrimonio a Carmen Zayas-Bazán Hidalgo; eran tiempos en que los compromisos se cumplían inalterablemente, sobre todo si se trataba de un caballero como José Martí.
En la capital de la hermana república recibió calurosa acogida de intelectuales, políticos, artistas, etc. Entre estos estaba el Ex Presidente General Miguel García Granados a quien visitaba con frecuencia, el General tenía cinco hijas Adela, María, Cristina, Leonor y Luz. La segunda de las jóvenes era alumna de José Martí en la Escuela Normal, tenía ella 16 años y él 24. Ella se enamoró de él y se lo trasmitió con sus miradas apasionadas y amorosas, así como también con sus interpretaciones de hermosas melodías en el piano familiar.
Él lo comprendió, en rigor, Martí disfrutaba de un especial encanto para las féminas inteligentes capaces de apreciar las virtudes del cubano; sin embargo, José Martí era consciente de que no podía comprometerse con la hermosa joven por su compromiso, sobre todo moral, con Carmen. Debió entonces tomar una difícil decisión: rehusar el amor puro que la Niña le ofrecía, es algo que sólo pueden hacer los hombres, pues poseer una mujer lo puede hacer cualquiera. Renunciar a ella sólo los Hombres.
El Apóstol viajó de nuevo a Méjico y contrajo matrimonio con su prometida el 20 de diciembre de 1878, poco después emprendieron viaje a Guatemala. Martí, incapaz de ocasionar disgusto a la Niña, que así la llamaba él, no fue a visitarla y es por esa razón que recibe una nota impresionante (en esos tiempos) que dice así:
Pepe:
Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tú visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto de tú situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán./ Te suplico que vengas pronto./ Tú niña.
Claro que él fue y tuvo que hacerlo acompañado de su esposa recién llegada. Pocos meses después María falleció como resultado de una neumonía, el 11 de mayo de 1878. Años más tarde escribió con profundo dolor el poema La Niña de Guatemala.
Fue Martí muy infeliz con Carmen, ella no podía comprenderlo como no lo comprendieron muchísimas personas mucho mejor preparadas que ella. No se olvide que lo acusaron de loco. Ella lo quería para sí, él quería tenerla a ella y a la Patria. El matrimonio no resistió los embates de la miseria, Carmen alegaba la necesidad de bienestar de su hijo, su marido el bienestar de su pueblo y de Nuestra América. Desde mi punto de vista los dos tenía razón. Exigirle a Carmen, nacida en cuna de oro en una provincia cubana, comprender el sacrificio de su esposo es demasiado.
El 27 de agosto de 1891 luego de uno de los pocos periodos de vida en común (el padre pudo estar sólo 3 años y unos meses con su hijo en distintas etapas) Carmen solicitó ayuda al Cónsul español a escondidas de su esposo y lo abandonó.
Ese Padre llegó a su pequeño refugio donde suponía lo esperaban su hijo y Carmen y lo que encontró fue una nota explicando la ausencia, ya estaban madre e hijo muy lejos del alcance del Apóstol.
Es imprescindible tener un hijo para imaginar el dolor que debió sufrir ese padre a miles de kilómetros de su familia, en medio de su gigantesca labor política que ya daba resultados. Víctima de la desesperación más justificada escribió Martí a un amigo…y pensar que sacrifiqué a la pobrecita María por Carmen…
Para evitar conjeturas equivocadas agrego que Carmen fue fiel a la memoria de su marido hasta la muerte como le había prometido en días felices, no acepto la forma en que Carmen regresó a Cuba protegida por España, no la justifico, sólo la comprendo un tanto al suponer que en las frías mañanas neoyorkinas José Francisco careciera de cosas elementales. Ella no podía comprender la gigantesca obra de su marido por la que ella misma ha pasado a la historia.
Graciela, como Martí, supongo que la Niña murió de amor pues para que quería María su vida si no la podía compartir con el hombre que había escogido. La muerte, a veces, es la mejor solución. A ti, tú familia, a la memoria de Segundo (que no era segundo de nadie) el sincero homenaje de este cubano que aquella noche concluyó 10 días que estremecieron mi vida. Ya puedo morir. ¡Viví diez días!

No hay comentarios: