Soy de los cubanos que aprecia a Fidel de manera familiar. Acepto que soy completamente parcial en mis opiniones acerca de él. Cualquiera que conozca todo lo que le debo comprendería mi posición. Pero no hablaré de mí sino de él y de enemigos comunes.
La noche que Fidel Castro se levantó mientras avanzaba a ocupar su lugar en la presidencia de un acto en la Plaza del Che de Santa Clara yo estaba cerca y me conmocionó oír en su voz el posible diagnóstico y concluir tranquilizándonos diciendo: Estoy entero. El accidente pudo deberse a que estaba deslumbrado por la intensidad de las luces.
Luego, el cúmulo de trabajo y los años (siempre los años, el tiempo irreversible) fueron afectando su salud. Sucedió lo inevitable: enfermó gravemente. Sólo he sabido de manera cierta la intensidad de la gravedad a través de la entrevista que le acaba de conceder a La Jornada, de Méjico.
Los que le organizaron 639 atentados sintieron una profunda satisfacción pues suponían que, finalmente, Fidel Castro moriría y con él la Revolución Cubana. Al verlo en la Universidad de La Habana este 3 de setiembre, la tristeza que deben haber experimentado los enemigos de la Revolución Cubana sólo es comparable con la alegría de nosotros los que admiramos a Fidel como un padre, un hermano mayor, un jefe, un amigo.
Es así porque Fidel se ha ganado ese respeto de los cubanos, porque llevó este pequeño archipiélago, casi desconocido, antes de 1959 a planos estelares en el ámbito internacional, porque cumplió lo que prometió Martí, según Guillén, porque ha trabajado siempre sin descanso, porque no mandó a atacar el Moncada sino que fue, no organizó la expedición del Granma, la encabezó, no estuvo en un búnker cuando Girón, la Crisis de Octubre, el huracán Flora, no se detuvo nunca ante las amenazas de atentado…y mucho más.
¿Alguno de sus detractores pudo probar que él tenía un dólar en algún banco del mundo? ¿Cuántos Jefes de Estado pueden decir eso? ¿Alguien, en su sano juicio puede negar esto?
Los cubanos sabemos por qué Fidel enfermó. No creo que yo viole algún principio ético al narrar lo siguiente: Fui amigo cercano de Conchita Fernández, Secretaria de la República, por haberlo sido de celebridades como Don Fernando Ortiz, Eduardo Chibás y Fidel Castro; ella me contó que en los tiempos en que fue trabajó con Fidel apenas había descanso, que a veces debió mandar a alguien a su casa para que Alfredo o Esperanza le mandaran ropas. Un día, me dijo Conchita, ella llevó dos huevos hervidos para comerlos en alguna oportunidad, como almuerzo. Llegado el momento empezó a descascarar un huevo, apareció Fidel, descascaró el otro huevo lo comió, siguieron trabajndo, y ese fue el almuerzo del Primer Ministro y de su Secretaria. ¿Habrá sucedido eso en muchos Palacios de Jefes de Estado o Reyes? Eso explica que el regocijo haya invadido a la mayaría de los cubanos que no veíamos a Fidel en un acto masivo desde el 26 de julio de 2006 en mi querido Holguín.
Para bien de los pobres del mundo Fidel nos está iluminando y señalando el camino correcto a los hombres y mujeres sensatos de todos los confines del mundo. Él comprende que no habrá Tercera Guerra Mundial. Será la última; que una guerra nuclear globalizará sus efectos, que nadie escapará totalmente.
Duele pensar que mueran millones de personas por el ansia desmedida de poder y recursos precisamente de los más ricos. De los que odian a Fidel porque no se alió a ellos como esperaron algunos ingenuos cuando él estaba en la Sierra Maestra y pensaron que con un carguito en la Lotería Nacional se conformaría. Fue el grave error de sus enemigos subestimarlo a él. Y los cubanos.
Hoy somos felices porque sabemos resucitó en el momento más necesario de estos años. Y de que manera. Ojalá los asesores de Obama le informen detalladamente las ideas de un enemigo leal. Los norteamericanos serán los primeros en estarle agradecidos. Los cubanos también.
La noche que Fidel Castro se levantó mientras avanzaba a ocupar su lugar en la presidencia de un acto en la Plaza del Che de Santa Clara yo estaba cerca y me conmocionó oír en su voz el posible diagnóstico y concluir tranquilizándonos diciendo: Estoy entero. El accidente pudo deberse a que estaba deslumbrado por la intensidad de las luces.
Luego, el cúmulo de trabajo y los años (siempre los años, el tiempo irreversible) fueron afectando su salud. Sucedió lo inevitable: enfermó gravemente. Sólo he sabido de manera cierta la intensidad de la gravedad a través de la entrevista que le acaba de conceder a La Jornada, de Méjico.
Los que le organizaron 639 atentados sintieron una profunda satisfacción pues suponían que, finalmente, Fidel Castro moriría y con él la Revolución Cubana. Al verlo en la Universidad de La Habana este 3 de setiembre, la tristeza que deben haber experimentado los enemigos de la Revolución Cubana sólo es comparable con la alegría de nosotros los que admiramos a Fidel como un padre, un hermano mayor, un jefe, un amigo.
Es así porque Fidel se ha ganado ese respeto de los cubanos, porque llevó este pequeño archipiélago, casi desconocido, antes de 1959 a planos estelares en el ámbito internacional, porque cumplió lo que prometió Martí, según Guillén, porque ha trabajado siempre sin descanso, porque no mandó a atacar el Moncada sino que fue, no organizó la expedición del Granma, la encabezó, no estuvo en un búnker cuando Girón, la Crisis de Octubre, el huracán Flora, no se detuvo nunca ante las amenazas de atentado…y mucho más.
¿Alguno de sus detractores pudo probar que él tenía un dólar en algún banco del mundo? ¿Cuántos Jefes de Estado pueden decir eso? ¿Alguien, en su sano juicio puede negar esto?
Los cubanos sabemos por qué Fidel enfermó. No creo que yo viole algún principio ético al narrar lo siguiente: Fui amigo cercano de Conchita Fernández, Secretaria de la República, por haberlo sido de celebridades como Don Fernando Ortiz, Eduardo Chibás y Fidel Castro; ella me contó que en los tiempos en que fue trabajó con Fidel apenas había descanso, que a veces debió mandar a alguien a su casa para que Alfredo o Esperanza le mandaran ropas. Un día, me dijo Conchita, ella llevó dos huevos hervidos para comerlos en alguna oportunidad, como almuerzo. Llegado el momento empezó a descascarar un huevo, apareció Fidel, descascaró el otro huevo lo comió, siguieron trabajndo, y ese fue el almuerzo del Primer Ministro y de su Secretaria. ¿Habrá sucedido eso en muchos Palacios de Jefes de Estado o Reyes? Eso explica que el regocijo haya invadido a la mayaría de los cubanos que no veíamos a Fidel en un acto masivo desde el 26 de julio de 2006 en mi querido Holguín.
Para bien de los pobres del mundo Fidel nos está iluminando y señalando el camino correcto a los hombres y mujeres sensatos de todos los confines del mundo. Él comprende que no habrá Tercera Guerra Mundial. Será la última; que una guerra nuclear globalizará sus efectos, que nadie escapará totalmente.
Duele pensar que mueran millones de personas por el ansia desmedida de poder y recursos precisamente de los más ricos. De los que odian a Fidel porque no se alió a ellos como esperaron algunos ingenuos cuando él estaba en la Sierra Maestra y pensaron que con un carguito en la Lotería Nacional se conformaría. Fue el grave error de sus enemigos subestimarlo a él. Y los cubanos.
Hoy somos felices porque sabemos resucitó en el momento más necesario de estos años. Y de que manera. Ojalá los asesores de Obama le informen detalladamente las ideas de un enemigo leal. Los norteamericanos serán los primeros en estarle agradecidos. Los cubanos también.
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