Los biógrafos de Varela, así como investigadores relevantes, no coinciden en la fecha de nacimiento de Félix Francisco José María de la Concepción Varela y Morales, sin embargo, consideramos bien documentada la expuesta por Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García Menocal prestigioso intelectual cubano y alto dignatario de la iglesia católica que ha realizado importantes aportes a la historiografía nacional, que señala como fecha de nacimiento el 20 de noviembre de 1788 conforme al Libro VI de Bautizos de Españoles, Folio 203 No. 866. El niño fue bautizado el jueves 27 de noviembre siguiente, o sea, siete días después de haber nacido hecho que pudiera haber propiciado la confusión en torno al nacimiento del futuro Presbítero.
Los padres de Félix fueron la cubana, santiaguera, María Josefa Morales y Medina y el español, natural de Tordesillas, Castilla la Vieja, Francisco Varela y Pérez. El padre de Félix era Teniente del Regimiento de Fijos de Infantería de La Habana, el abuelo materno Teniente Coronel del Regimiento de Fijos de Infantería de La Habana, o sea, en el mismo lugar estaban adscriptos su padre y su abuelo materno.
Se ha escrito que Félix tuvo dos hermanos Francisco e Ignacio de lo que no hay prueba documental ni Varela hace referencia a los mismos, como no las hay tampoco de la existencia de dos hermanas nacidas antes que Félix. Si está documentado que tuvo tres hermanos (dos hembras y uno varón) de una relación extramatrimonial estable de su padre con una señora nombrada Josefa de la Soledad Bravo ignorándose si esa relación es anterior al matrimonio de los padres de Félix o simultánea.
Muy temprano quedó huérfano de madre el pequeño, pues esta falleció en 1790 ó 1791, poco después su padre contrajo matrimonio con una dama de origen irlandés. El padre de Félix falleció en 1796, cuando el niño tenía sólo 8 años, según deducciones de biográficos e investigadores.
Félix debió ser asimilado por sus padrinos de bautismo que eran su tía Rita y su abuelo Bartolomé Morales, el cual fue asignado por el Rey Carlos IV de España, con el grado de comandante, al Tercer Batallón del Regimiento de Cubanos ubicado en el castillo de San Marcos, en San Agustín de la Florida, que entonces era una dependencia de la Capitanía General de Cuba. En una fecha que no ha sido precisada el niño fue también a la Florida, ignorándose si esto se produjo antes o después de la muerte de su padre o si se debió a que este fue designado para prestar servicio en San Agustín de la Florida.
Resulta evidente que Félix tuvo una importante influencia de su abuelo en la formación de su personalidad durante este tiempo que estuvo bajo su tutela principal, era un recio militar al servicio de la Corona que defendía la frontera existente en aquella época entre el territorio que había sido colonia del Reino Unido (hoy USA) y el imperio colonial español en América que ya percibía el ansia expansionista de las opulentas ex colonias que se acercaban al Atlántico. Haber crecido entre militares debió tener alguna repercusión en el niño.
España no descuidó la labor de la iglesia en estos territorios suyos y hacia allí envió numerosos sacerdotes uno de los cuales Michael O¨Reilly, encargado de la escuela de San Agustín, que funcionaba libre de racismos. Este sacerdote era un hombre de amplia cultura, trabajador, conocedor de varios idiomas, música, matemáticas, así como notables conocimientos en Teología. Ejerció notable influencia en el menor y contribuyó a su formación cultural.
Como a todo personaje célebre a Félix Varela se le acreditan frases que no está comprobado fueran dichas o que siéndolo no está probado, tal es el caso cuando se le atribuye haberle respondido al abuelo, al este proponerle la carrera militar, lo siguiente:
-Yo quiero ser un soldado de Jesucristo. Mi designio no es matar hombres sino salvar almas.
Parece muy dudoso que Félix, con sólo 13 años, se expresara así ante su abuelo, que era su padre adoptivo además, en una sociedad en donde el respeto más absoluto de los menores se imponía. Quizás, sostiene Monseñor de Céspedes, pudo haber expresado esa idea con otras palabras.
Un momento culminante en la vida del niño Félix Varela se produce el 14 de setiembre de 1801, con sólo 13 años, cuando ingresa en el Real y Conciliar Seminario de San Carlos y San Ambrosio ubicado a menos de un kilómetro de su casa, años después, sin precisar cuando, Félix pasó a residir en ese centro, aun activo, como alumno interno. En este prestigioso centro el jovencito recibió la definitoria influencia de profesores de la jerarquía intelectual de José Agustín Caballero y Rodríguez de la Barrera y Juan Bernardo O¨ Gaván. Años después Félix simultanea sus estudios en el Seminario con los que se realiza en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana, procedimiento seguido por muchos estudiantes, incluidos los aspirantes al sacerdocio. El 8 de noviembre de 1808 realizó los exámenes correspondientes y recibió luego el grado de bachiller en Teología, después de haberlo solicitado al Rector de la universidad. Muy pronto cumpliría 20 años.
Hay una personalidad destacadísima en el devenir histórico de la nación cubana el Obispo Juan José Díaz y Fernández de Landa que tuvo definitiva influencia en el joven Félix, el Obispo había llegado a Cuba el 25 de febrero de 1802 para ocupar su alto cargo desde el cual siguió las pasos del prometedor joven a quien él supo valorar adecuadamente; fue el Obispo Espada quien lo incorporó al claustro de profesores del Seminario, actividad en la que quizás Varela no había pensado.
Quienes tuvieron la dicha de ser sus discípulos lo recordaron siempre como el maestro que deleitaba a la vez que instruía. En 1812, poco después de ser ordenado sacerdote, Varela ocupó en propiedad la Cátedra de Filosofía, formando así parte de un Claustro de profesores brillantes. Aun cuando conocía el latín a la perfección introdujo el castellano para que los estudiantes tuvieran una mayor comprensión de los contenidos.
Fue el Obispo Espada quien lo ordenó sacerdote, así como fue también Espada quien creo la Cátedra de Constitución, hacia 1820, cuyas clases se iniciaron el 18 de enero de 1821, él orientó a Varela ocupar por oposición la misma por lo que luego del ejercicio correspondiente impartió clases de esa materia que hoy se denominaría Derecho Constitucional. El éxito tenido por Varela como educador fue notable, su popularidad era muy amplia, su labor era incansable así como también era dueño de una amplia cultura.
Gran aficionado a la música gustaba de manera especial las obras de Beethoven. Fue él quien, en los inicios de la segunda década del siglo XIX, fundó la Sociedad Filarmónica de La Habana. Se cuenta que era un virtuoso en la ejecución del violín.
Al explicar la entonces muy progresista Constitución de Cádiz, promulgada en 1812 no se limitaba a leerla o comentarla en detalles sino a discutirla, a valorar los derechos que se establecían en la misma. No sólo transmitía conocimientos sino que estimulaba a sus alumnos a desentrañar los mismos, a pensar, a opinar…
Es importante conocer un valioso testimonio reproducido por Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García Menocal en su obra Señal en la Noche dedicada al Padre Varela, se trata de un fragmento de la biografía de José Ignacio Rodríguez (que no es la mejor) en que se expresa:
Sus alumnos le acompañaban siempre, así en la cátedra como en su habitación particular. En la primera les explicaba las lecciones como maestro, en la segunda les enseñaba con su ejemplo. Los unos le ayudaban en sus trabajos, prestándose gustosos a servirles de amanuenses: los otros le leían en alta voz los libros nuevos recibídos, o los que necesitaba consultar para sus escritos. Con algunos bajaba al gabinete físico del colegio (San Carlos y San Ambrosio) o al laboratorio de química, para ensayar y preparar con anticipación los experimentos que solían hacerse para mejor inteligencia de las lecciones. Con todos conversaba, como amigo, sobre materias diferentes, discurriendo con ellos, edificando siempre su espíritu y cautivando su corazón con su benevolencia y con su afecto.
En la antes mencionada biografía su autor cita el testimonio de uno de los alumnos de Varela, Juan Manuel Valerino, en el que se expresa:
…era un hombre de estatura mediana, delgado, de color trigueño, lampiño, frente muy ancha y sumamente miope. Su semblante se mostraba siempre risueño, dejando ver un interior el más amable y jamás se le vio alterarse un solo momento, ni aun con las faltas algunas veces cometidas por sus discípulos, a quienes cuando se las advertía, era siempre halagándolos de algún modo, con lo cual los atraía. Todos lo amaban cordialmente.
Cuando en 1816…estudié Física experimental con él en el Colegio San Carlos de la ciudad de La Habana, en la isla de Cuba, lo veía todos los días, y pasaba la mayor parte del tiempo en su cuarto, donde él acostumbraba hallarse siempre ocupado en oír la lectura de los libros de Filosofía, en distintas lenguas, que le hacían otros discípulos, en dictar a algunos de ellos los pliegos que se necesitaban…Salía tan sólo a prima noche, y siempre por poco tiempo, sin mas objeto que el de visitar a sus consanguíneos.
La trascendencia de un maestro o profesor puede medirse de muchos modos, sin embargo, hay uno valiosísimo: el desempeño futuro de sus alumnos, Varela pudo morir orgulloso del legado que dejó en muchos jóvenes que luego tuvieron un papel decisivo en la formación de la nación cubana. Entre los alumnos del exquisito Maestro hay nombres de los cuales nuestra historia no puede prescindir: Felipe Poey, Gaspar Betancourt Cisneros, Manuel González del Valle, José María Casal, José Antonio Saco y el portentoso educador José de la Luz y Caballero.
Es imposible concebir a un Félix Varela joven con la misma conciencia que tuvo al alcanzar la plenitud, hubo en el sabio político un proceso evolutivo compatible con la época que le correspondió vivir. Varela escribió Observaciones sobre la Constitución Política de la Monarquía Española allí expresa ideas que defendía hacia 1823:
El hombre libre que vive en una sociedad justa, no obedece sino a la ley: mandarle invocando otro nombre es valerse de uno de los muchos prestigios de la tiranía, que sólo producen su efecto en almas débiles. El hombre no manda a otro hombre, la ley los manda a todos.
En cuanto a la igualdad el Padre Varela escribió algo que varió más tarde en alguna medida:
En la sociedad, del mismo modo, es preciso que haya diferencia, pues el sabio jamás será igual que el ignorante, el rico al pobre, el fuerte al débil, pues estas cosas dependen de la fuerza o de la opinión, mereciendo siempre mayor atención el hombre de quien se espera mayores bienes o de quien se teme mayores males.
Varela resultó electo Diputado a las Cortes, era un hombre de conducta limpia en la difícil época que le correspondió vivir. Un hombre que entonces solo tenía ideas autonomistas, pretendiendo cambios que hicieran más llevadera la vida en Cuba. Como parlamentario su primera intervención se produjo el 11 de octubre de 1822 en la lejana Madrid.
En las Cortes Varela tuvo activa participación, presentó algunos proyectos y no tuvo tiempo de presentar uno relativo a la abolición de la esclavitud ya que fue restituido el absolutismo. El texto pudo conocerse a través de su Memoria que demuestra la necesidad de extinguir la esclavitud de los negros en la isla de Cuba, atendiendo a los intereses de los propietarios, a través del cual se conoce el Proyecto de Varela y su sabiduría.
Como se sabe la invasión de los franceses obligó a trasladar las Cortes de Madrid a Sevilla, luego a Cádiz en donde son disueltas y los Diputados tienen que huir a otros sitios de Europa, como Francia, Alemania… Varela y los otros dos diputados cubanos huyeron a Marruecos, de allí a Gibraltar y luego, en un buque de carga, partieron hacia New York. Aparecen registrados los nombres de los tres el 17 de diciembre de 1823 en la Aduana de esa ciudad, pero habían llegado el día 15. Para el gran Varela, Cuba y España quedaban definitivamente atrás, pero la pequeña isla caribeña quedó por siempre en el corazón de aquel hombre que entonces sólo tenía 35 años.
Félix Varela permaneció poco tiempo en Nueva York pues la inclemencia del clima le afectó y sufrió varios ataques de asma enfermedad que padeció desde niño, es por esa razón que viajó a Filadelfia, que era entonces una importante ciudad, en busca de un clima donde se pudiera sentir mejor. Estuvo poco tiempo en este lugar durante el cual inició la publicación de El Habanero cuyo objetivo era que circulara en nuestra capital, lo que logró pero además circuló en otras importantes ciudades. Más tarde debió regresar a Nueva York.
En los 7 números que pudo publicar, cada uno de los cuales poseía 25 ó 30 páginas Varela hizo una importante campaña en pro de la independencia de Cuba. Ya el ilustre habanero no concebía que se hicieran reformas o se concediera la autonomía, ahora preconizaba la independencia y quería a su Cuba tan independiente en lo político como en lo geográfico.
Es importante señalar que él comprendió que no era todavía el momento de lanzarse a la guerra pues no existían las condiciones para ello (idéntica percepción a la que tuvo Martí, muchos años después en territorio norteamericano) ello se infiere de este planteamiento suyo en el primer número de El Habanero:
En mi concepto las llamadas conspiraciones si han hecho algo a favor de la independencia ha sido proporcionar que haya muchos presos y que otros teman estarlo.
En el siguiente número expresa:
Quiera o no Fernando (VII), sea cual fuere la opinión de sus vasallos en la isla de Cuba, la revolución de aquel país es inevitable. La diferencia sólo está en el tiempo y en el modo, y desde este punto de vista es como quisiera yo que se considerase el asunto.
Queda perfectamente clara la visión exacta que tenía Varela pues los que no tuvieron ese elemento en cuenta como el patriota Joaquín de Agüero fracasaron, el conocimiento de la realidad cubana, su capacidad de análisis le permitieron constatar que aun no era el momento de ir a una guerra, en esos párrafos queda, sin embargo, claramente expuesto que el Padre Varela ya es un luchador independentista que desde su trinchera colabora para la futura guerra por la independencia nacional.
La labor desplegada por el maestro Varela en contra del colonialismo español fue considerada de tanto peligro por los colonialistas españoles que el gobernador y capitán general de Cuba, Don Francisco Dionisio Vives (1823-1832) contrató a un matón, el Tuerto Morejón, muy conocido por los encargos de ese tipo que cumplió del gobierno español, para que asesinara a Varela. El asesinato fue frustrado porque, desde Cuba, los amigos del Padre Varela lo pusieron en guardia.
Cuando el mencionado asesino llegó a Nueva York en marzo de 1825 para cumplir su deleznable misión los feligreses que atendía Varela, en especial los inmigrantes irlandeses, impidieron que se consumara el crimen. El fracasado Tuerto regresó a Cuba obligado por los mencionados simpatizantes del Padre. Se ignora como lograron convencer al asesino para que desistiera. La labor del Padre Varela en esa fría ciudad fue de enorme valor humano, resulta impresionante como Varela pudo llevar a cabo, de manera simultánea, una amplia labor de concientización política y sacerdotal de manera exitosa.
Un hecho poco conocido es la posibilidad que hubo en algún momento de que Varela fuera designado Obispo de Nueva York en atención a sus grandes méritos. En setiembre de 1829 el Obispo de Nueva York, Jean Dubois viajó a Europa en donde permaneció mucho tiempo, hombre ya mayor, enfermó y se presumía que no volvería a Nueva York. Antes de partir había dejado a Varela como uno de los dos Vicarios Generales de la diócesis. La labor incansable desplegada por Varela, muchas veces atentando contra su salud como cuando se produjo la epidemia de cólera en 1832, motivó que fuera propuesto como Obispo. Al conocer este hecho la misión diplomática española en Estados Unidos de América intervino y España hizo llegar al Secretario de Estado de Su Santidad Cardenal Gisseppe Albani un documento en el cual se brindaban detalles del incendiario Varela que incitaba a la rebelión contra España. El diplomático de Su Santidad respondió que no le había llegado propuesta alguna pero que de llegar tendría en cuenta las recomendaciones recibidas desde Madrid.
Félix Varela decidió permanecer en Estados Unidos de América por razones diversas entre ellas su conocimiento de que en Cuba le sería imposible permanecer, la hostilidad de que era objeto el ya anciano y venerable Obispo Espada, además de su decisión de colaborar en el desarrollo de la iglesia católica en Estados Unidos de América, cuya religión predominante era, y es, la Protestante. Espada falleció el 13 de agosto de 1832 y la Corona española se ocupó de que el nuevo obispo no tuviera las peligrosas ideas de su antecesor que aunque no preconizaba la independencia era un hombre de ideas muy progresistas. Debe consignarse que los exiliados que regresaron a Cuba como el poeta José María Heredia pronto debieron salir de la misma nuevamente.
Al padre Varela habrá que recordarlo por muchas razones entre las que se destacan sus aportes científicos, pedagógicos, éticos. Su obra Cartas a Elpidio constituye un valioso aporte a la formación de los jóvenes a los que Varela consideró la dulce esperanza de la patria.
Hay un hecho que debe ser tratado con alguna minuciosidad pues debe ser conocido por quienes admiramos al padre Varela, se trata de la frase: el primero que nos enseñó en pensar. Veamos
A principios del año 1840 Gaspar Betancourt Cisneros viajó a Trinidad procedente de Puerto Príncipe, hoy Camaguey, allí conoció a un sacerdote que pretendía impartir Filosofía. La identidad del cura se desconoce pues en la prolongada polémica sostenida entre este y Betancourt Cisneros el cura firmaba como Ciudadano del Mundo. La polémica se tornó muy seria y se llevaba a cabo a través de publicaciones de La Habana, Puerto Príncipe y Trinidad.
En su edición de 19 de marzo el Correo de Trinidad y en la edición de la Gaceta de Puerto Príncipe de 26 de marzo de 1840 se publicó una extensa carta del Ciudadano del Mundo en donde explica aspectos de su discusión con Betancourt Cisneros y allí reproduce el siguiente dialogo:
GBC: ¿Con que va usted a abrir una cátedra de Filosofía en Trinidad?
CDM: Si señor, si acaso se proporciona que se reúnan algunos discípulos,
llevo ese ánimo.
GBC: ¿Supongo que enseñará Ud. la filosofía de Varela?
CDM: (Varela) No es santo de mi devoción.
GBC ¿Pues que piensa Ud. echarla por algunos de esos autores antiguos?
CDM: Yo le he de decir a Ud. la vedad: ni me llevo con muchas de las
opiniones de los antiguos, ni me gustan algunas de los modernos.
En esa misma publicación el Ciudadano del Mundo involucra a Don José de la Luz y Caballero alegando que el sabio es más amigo de Varela que Betancourt Cisneros y no acepta la filosofía de Félix Varela. Se intensificaba la larga polémica del Ciudadano del Mundo y Betancourt Cisneros, que no fue quien involucró a Luz y Caballero en la polémica, este último le escribió a su amigo Don Pepe, el 29 de febrero de 1840, entre otras cosas:
…Sólo le tiro una tenazada de caimán, de paso, a un fraile que me encontré a bordo, franciscano, español, que me dijo que iba a abrir una clase de filosofía en Trinidad. Entramos en materia, y el hombre es un pobre fraile, y nada mas, figúrese Ud. cuando me dijo que no estaba acorde con algunas doctrinas filosóficas de Varela, y que consideraba el latín como indispensable para estudiar filosofía.
Más adelante sigue escribiendo Betancourt Cisneros:
Pues volviendo al franciscano, verá Ud., Pepe, que fraile tan descortés y desvergonzado. Yo no le dije en mi artículo Trinidad cosa que pueda ofender a criatura viviente: él ha cogido el rábano por las hojas o la mona por la cola. En fin lea Ud. su ataque y mi contestación, y suelte Ud. la sentencia. Yo podría contestarle en otro estilo, pero no quiero pendencias con frailes… Por su artículo se puede juzgar la leche que dará esa vaca frailesca. Dígale algo, hombre!
Don José de La Luz y Caballero respondió la petición de Betancourt la cual fue publicada en la Gaceta de Puerto de Príncipe el 2 de mayo , reproducida el 14 de mayo en El Correo de Trinidad, y el 29 de mayo en el Diario de La Habana, todas en 1840. Escribió entre otras cosas, Luz y Caballero:
Al Ciudadano del Mundo residente en Trinidad. ¡Salud!
Grande es el honor que usted nos dispensa al señor Varela y a mí al insinuar que no obstante nuestra íntima amistad, diferimos en opiniones filosóficas. Pero esta proposición así aisladamente presentada, y sobre todo concebida en los términos que V (Usted) lo ha hecho, merece más de una rectificación.
Desde luego no por discrepar yo en algunas pocas opiniones de la del señor Varela, puede asentarse con fundamento que no sigo su filosofía.
Sabido es que la obra de mi ilustre paisano sirve de texto a mis lecciones en todos los días de la semana…
Y vea V. ahora señor Ciudadano del Mundo, como soy discípulo de Varela bajo muchos aspectos. Varela derrocó el escolasticismo es nuestro suelo, y yo aplaudo y aplaudiré su ruina. Varela fue nuestro legítimo Cartesio, en más de un sentido, ya por haber destruido el principio de autoridad con el consejo y el ejemplo de palabra y obra, ya por haber introducido en su consecuencia la libertad filosófica de pensar, el verdadero eclecticismo; así es que, no contento con destruir, se empeñó por edificar, y edificar con los materiales de más exquisita calidad que tuviera a su disposición; precisamente con los que sirven hoy de base hasta a aquellas de mis doctrinas en que discrepamos o podemos discrepar.
…Varela columbró primero y más que nadie en este país la importancia de las ciencias físicas, no ya sólo para los adelantamientos materiales de la sociedad, sino para dirigir y robustecer al entendimiento en todo género de investigaciones, y muy particularmente para el progreso de la filosofía racional, o propiamente dicha.
La respuesta del sabio Don José de la Luz y Caballero es una formidable valoración realizada por un discípulo a su maestro del que se sigue sintiéndose discípulo, porque admite sus aportes y grandeza. La misma concluye de modo rotundo:
Así que, creyendo haber llenado mi propósito de rectificar el equivocado concepto en que labora el señor Ciudadano del Mundo respecto de mis opiniones filosóficas en cotejo con las de mi ilustre maestro, concluyo esperando de su justificación se sirva aplicar al caso la preciosa máxima tan oportunamente invocada por El Lugareño, por ese patriota a toda prueba, que todo se vuelve hidalguía y buena intención, de sapientis est mutare consilium (es de sabio mudar de parecer) y sepa el Ciudadano y sepa el mundo, que al rendir el modesto Lugareño aquel testimonio de su celo al esclarecido Varela, no hizo mas que ceder a un sentimiento profundo de gratitud, de justicia, de amor a su suelo; pues mientras se piense en la tierra de Cuba, se pensará en quien nos enseñó primero en pensar.
Habana, 20 de abril de 1840.
La frase…el primero que nos enseñó en pensar ha sido transformada a veces perdiendo con ello su intención inicial. Debe quedar claro, en primer término, que Luz y Caballero no podía situar a Varela como el primero en orden cronológico pues eso significaría ignorar a su tío José Agustín Caballero. Por otra parte lo importante es que Luz y Caballero no se refería con esta expresión a un problema cronológico sino a algo mucho más sustantivo y trascendente: un problema gnoseológico (Teoría del conocimiento). La variación de la partícula en castra la expresión reduciéndola a la nada.
Fue el Dr. Roberto Agramonte, político neo-republicano y brillante intelectual reaccionario quien introdujo la confusión, ignoramos las razones por las que lo hizo o si fue un error lo cual debiera ser desechado tratándose de un hombre de la jerarquía intelectual del Dr. Agramonte.
Queda perfectamente claro, luego de analizar las fuentes en donde se publicó por primera vez el texto de Luz y Caballero, que este se refirió de manera muy lúcida a los aportes de Varela, aceptando que existía alguna discrepancia intelectual entre ambos en detalles pero que Varela era su maestro y guía
A principios de 1850 Varela realizó su cuarto y último viaje al sur de la Florida, ya nunca mas regresaría a New York, por este tiempo su enfermedad se ha hecho más crítica, su físico está muy deteriorado, su debilidad es visible. Tiene entonces 62 años.
En San Agustín de la Florida continuó su labor profundamente humana, convive con otros dos sacerdotes que cuidan con esmero de él, que está casi ciego y el temblor de sus manos le hace la vida muy difícil.
El viernes 18 de febrero de 1953 aproximadamente a las 8.30 de la noche falleció el ilustre precursor en medio de la solidaridad de seguidores y de la pobreza material. Unos días después llegó a ese lugar José María Casal con el encargo de entregarle una suma modesta de dinero recolectado en La Habana; en el lugar en donde se hospedó junto a su esposa, fue informado de que el Padre Varela había fallecido el 25 de febrero. Esa fecha fue repetida muchas veces, hasta ser aceptada por muchos.
La verdad histórica es que Varela falleció el día 18 y tal y como se acostumbraba en esa época permaneció insepulto, como cualquier persona de relieve, para recibir el homenaje de personas que podían estar muy distantes, hasta el día 26 de febrero de 1853 fecha en que fue sepultado.
La iglesia en Cuba no estaba interesada en que los restos de Félix Varela fueran traídos a la tierra del Presbítero, sin embargo, luego de múltiples gestiones de sus simpatizantes y del pueblo cubano fueron repatriados en noviembre de 1911. Allí en el alto centro de estudios quedaron los restos del padre hasta que se construyó un cenotafio en donde se depositaron definitivamente los restos del padre Varela el 22 de agosto de 1912; en ese monumento funerario está escrito en latín un bello mensaje que traducido al castellano expone:
Aquí descansa Félix Varela, sacerdote sin tacha, eximio filósofo, egregio educador de la juventud, progenitor y defensor de la libertad cubana quien viviendo honró a la patria y a quien muerto sus conciudadanos honran en esta alma universidad en el día 19 de noviembre de 1911.
Los restos del padre habían sido trasladados a Cuba en una urna funeraria por el Dr. Manuel Landa González que era entonces Presidente de la Audiencia de Pinar del Río. Esa Urna Funeraria fue entregada a esta Universidad de las Ciencias Pedagógicas y se conserva debidamente protegida en la Cátedra Félix Varela en donde puede ser apreciada por quienes lo deseen.
Con todos los méritos del Maestro Varela, de los cuales hemos señalado una síntesis muy breve, es fácil comprender por que la dirección de la Revolución Cubana tomó su nombre y primer apellido para identificar esta Institución cuando fue creada en 1964. El Maestro Félix Varela, que cifró su esperanza en la juventud, es una de las cumbres del pensamiento cubano. Armando Hart Dávalos ha señalado como los cuatro más grandes hombres nacidos en Cuba a: Félix Varela, José Martí, Julio A. Mella y Fidel Castro.
Los cubanos de hoy rendimos homenaje a Varela de manera permanente pero lo haremos de manera especial en esta Universidad de las Ciencias Pedagógicas en ocasión de ser el curso actual el que marca 45 años de labor ininterrumpida de servicios a la educación y cultura cubanas. Honrar al Padre Félix Varela es un derecho ineludible de todos los patriotas cubanos que rechazamos cualquier idea que menoscabe nuestra soberanía pues, como el Maestro Varela, queremos nuestra tierra tan independiente en lo político como en lo geográfico.
18 de agosto de 2009.
Fuentes Consultadas:
Conversaciónes con Mons. Carlos M de Céspedes García-Menocal.
Conversaciones con el Dr. Eduardo Torres-Cuevas
Señal en la noche, de Monseñor Carlos M de Céspedes.
Varela el precursor Un estudio de época, de Jorge Ibarra Cuesta
Los padres de Félix fueron la cubana, santiaguera, María Josefa Morales y Medina y el español, natural de Tordesillas, Castilla la Vieja, Francisco Varela y Pérez. El padre de Félix era Teniente del Regimiento de Fijos de Infantería de La Habana, el abuelo materno Teniente Coronel del Regimiento de Fijos de Infantería de La Habana, o sea, en el mismo lugar estaban adscriptos su padre y su abuelo materno.
Se ha escrito que Félix tuvo dos hermanos Francisco e Ignacio de lo que no hay prueba documental ni Varela hace referencia a los mismos, como no las hay tampoco de la existencia de dos hermanas nacidas antes que Félix. Si está documentado que tuvo tres hermanos (dos hembras y uno varón) de una relación extramatrimonial estable de su padre con una señora nombrada Josefa de la Soledad Bravo ignorándose si esa relación es anterior al matrimonio de los padres de Félix o simultánea.
Muy temprano quedó huérfano de madre el pequeño, pues esta falleció en 1790 ó 1791, poco después su padre contrajo matrimonio con una dama de origen irlandés. El padre de Félix falleció en 1796, cuando el niño tenía sólo 8 años, según deducciones de biográficos e investigadores.
Félix debió ser asimilado por sus padrinos de bautismo que eran su tía Rita y su abuelo Bartolomé Morales, el cual fue asignado por el Rey Carlos IV de España, con el grado de comandante, al Tercer Batallón del Regimiento de Cubanos ubicado en el castillo de San Marcos, en San Agustín de la Florida, que entonces era una dependencia de la Capitanía General de Cuba. En una fecha que no ha sido precisada el niño fue también a la Florida, ignorándose si esto se produjo antes o después de la muerte de su padre o si se debió a que este fue designado para prestar servicio en San Agustín de la Florida.
Resulta evidente que Félix tuvo una importante influencia de su abuelo en la formación de su personalidad durante este tiempo que estuvo bajo su tutela principal, era un recio militar al servicio de la Corona que defendía la frontera existente en aquella época entre el territorio que había sido colonia del Reino Unido (hoy USA) y el imperio colonial español en América que ya percibía el ansia expansionista de las opulentas ex colonias que se acercaban al Atlántico. Haber crecido entre militares debió tener alguna repercusión en el niño.
España no descuidó la labor de la iglesia en estos territorios suyos y hacia allí envió numerosos sacerdotes uno de los cuales Michael O¨Reilly, encargado de la escuela de San Agustín, que funcionaba libre de racismos. Este sacerdote era un hombre de amplia cultura, trabajador, conocedor de varios idiomas, música, matemáticas, así como notables conocimientos en Teología. Ejerció notable influencia en el menor y contribuyó a su formación cultural.
Como a todo personaje célebre a Félix Varela se le acreditan frases que no está comprobado fueran dichas o que siéndolo no está probado, tal es el caso cuando se le atribuye haberle respondido al abuelo, al este proponerle la carrera militar, lo siguiente:
-Yo quiero ser un soldado de Jesucristo. Mi designio no es matar hombres sino salvar almas.
Parece muy dudoso que Félix, con sólo 13 años, se expresara así ante su abuelo, que era su padre adoptivo además, en una sociedad en donde el respeto más absoluto de los menores se imponía. Quizás, sostiene Monseñor de Céspedes, pudo haber expresado esa idea con otras palabras.
Un momento culminante en la vida del niño Félix Varela se produce el 14 de setiembre de 1801, con sólo 13 años, cuando ingresa en el Real y Conciliar Seminario de San Carlos y San Ambrosio ubicado a menos de un kilómetro de su casa, años después, sin precisar cuando, Félix pasó a residir en ese centro, aun activo, como alumno interno. En este prestigioso centro el jovencito recibió la definitoria influencia de profesores de la jerarquía intelectual de José Agustín Caballero y Rodríguez de la Barrera y Juan Bernardo O¨ Gaván. Años después Félix simultanea sus estudios en el Seminario con los que se realiza en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana, procedimiento seguido por muchos estudiantes, incluidos los aspirantes al sacerdocio. El 8 de noviembre de 1808 realizó los exámenes correspondientes y recibió luego el grado de bachiller en Teología, después de haberlo solicitado al Rector de la universidad. Muy pronto cumpliría 20 años.
Hay una personalidad destacadísima en el devenir histórico de la nación cubana el Obispo Juan José Díaz y Fernández de Landa que tuvo definitiva influencia en el joven Félix, el Obispo había llegado a Cuba el 25 de febrero de 1802 para ocupar su alto cargo desde el cual siguió las pasos del prometedor joven a quien él supo valorar adecuadamente; fue el Obispo Espada quien lo incorporó al claustro de profesores del Seminario, actividad en la que quizás Varela no había pensado.
Quienes tuvieron la dicha de ser sus discípulos lo recordaron siempre como el maestro que deleitaba a la vez que instruía. En 1812, poco después de ser ordenado sacerdote, Varela ocupó en propiedad la Cátedra de Filosofía, formando así parte de un Claustro de profesores brillantes. Aun cuando conocía el latín a la perfección introdujo el castellano para que los estudiantes tuvieran una mayor comprensión de los contenidos.
Fue el Obispo Espada quien lo ordenó sacerdote, así como fue también Espada quien creo la Cátedra de Constitución, hacia 1820, cuyas clases se iniciaron el 18 de enero de 1821, él orientó a Varela ocupar por oposición la misma por lo que luego del ejercicio correspondiente impartió clases de esa materia que hoy se denominaría Derecho Constitucional. El éxito tenido por Varela como educador fue notable, su popularidad era muy amplia, su labor era incansable así como también era dueño de una amplia cultura.
Gran aficionado a la música gustaba de manera especial las obras de Beethoven. Fue él quien, en los inicios de la segunda década del siglo XIX, fundó la Sociedad Filarmónica de La Habana. Se cuenta que era un virtuoso en la ejecución del violín.
Al explicar la entonces muy progresista Constitución de Cádiz, promulgada en 1812 no se limitaba a leerla o comentarla en detalles sino a discutirla, a valorar los derechos que se establecían en la misma. No sólo transmitía conocimientos sino que estimulaba a sus alumnos a desentrañar los mismos, a pensar, a opinar…
Es importante conocer un valioso testimonio reproducido por Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García Menocal en su obra Señal en la Noche dedicada al Padre Varela, se trata de un fragmento de la biografía de José Ignacio Rodríguez (que no es la mejor) en que se expresa:
Sus alumnos le acompañaban siempre, así en la cátedra como en su habitación particular. En la primera les explicaba las lecciones como maestro, en la segunda les enseñaba con su ejemplo. Los unos le ayudaban en sus trabajos, prestándose gustosos a servirles de amanuenses: los otros le leían en alta voz los libros nuevos recibídos, o los que necesitaba consultar para sus escritos. Con algunos bajaba al gabinete físico del colegio (San Carlos y San Ambrosio) o al laboratorio de química, para ensayar y preparar con anticipación los experimentos que solían hacerse para mejor inteligencia de las lecciones. Con todos conversaba, como amigo, sobre materias diferentes, discurriendo con ellos, edificando siempre su espíritu y cautivando su corazón con su benevolencia y con su afecto.
En la antes mencionada biografía su autor cita el testimonio de uno de los alumnos de Varela, Juan Manuel Valerino, en el que se expresa:
…era un hombre de estatura mediana, delgado, de color trigueño, lampiño, frente muy ancha y sumamente miope. Su semblante se mostraba siempre risueño, dejando ver un interior el más amable y jamás se le vio alterarse un solo momento, ni aun con las faltas algunas veces cometidas por sus discípulos, a quienes cuando se las advertía, era siempre halagándolos de algún modo, con lo cual los atraía. Todos lo amaban cordialmente.
Cuando en 1816…estudié Física experimental con él en el Colegio San Carlos de la ciudad de La Habana, en la isla de Cuba, lo veía todos los días, y pasaba la mayor parte del tiempo en su cuarto, donde él acostumbraba hallarse siempre ocupado en oír la lectura de los libros de Filosofía, en distintas lenguas, que le hacían otros discípulos, en dictar a algunos de ellos los pliegos que se necesitaban…Salía tan sólo a prima noche, y siempre por poco tiempo, sin mas objeto que el de visitar a sus consanguíneos.
La trascendencia de un maestro o profesor puede medirse de muchos modos, sin embargo, hay uno valiosísimo: el desempeño futuro de sus alumnos, Varela pudo morir orgulloso del legado que dejó en muchos jóvenes que luego tuvieron un papel decisivo en la formación de la nación cubana. Entre los alumnos del exquisito Maestro hay nombres de los cuales nuestra historia no puede prescindir: Felipe Poey, Gaspar Betancourt Cisneros, Manuel González del Valle, José María Casal, José Antonio Saco y el portentoso educador José de la Luz y Caballero.
Es imposible concebir a un Félix Varela joven con la misma conciencia que tuvo al alcanzar la plenitud, hubo en el sabio político un proceso evolutivo compatible con la época que le correspondió vivir. Varela escribió Observaciones sobre la Constitución Política de la Monarquía Española allí expresa ideas que defendía hacia 1823:
El hombre libre que vive en una sociedad justa, no obedece sino a la ley: mandarle invocando otro nombre es valerse de uno de los muchos prestigios de la tiranía, que sólo producen su efecto en almas débiles. El hombre no manda a otro hombre, la ley los manda a todos.
En cuanto a la igualdad el Padre Varela escribió algo que varió más tarde en alguna medida:
En la sociedad, del mismo modo, es preciso que haya diferencia, pues el sabio jamás será igual que el ignorante, el rico al pobre, el fuerte al débil, pues estas cosas dependen de la fuerza o de la opinión, mereciendo siempre mayor atención el hombre de quien se espera mayores bienes o de quien se teme mayores males.
Varela resultó electo Diputado a las Cortes, era un hombre de conducta limpia en la difícil época que le correspondió vivir. Un hombre que entonces solo tenía ideas autonomistas, pretendiendo cambios que hicieran más llevadera la vida en Cuba. Como parlamentario su primera intervención se produjo el 11 de octubre de 1822 en la lejana Madrid.
En las Cortes Varela tuvo activa participación, presentó algunos proyectos y no tuvo tiempo de presentar uno relativo a la abolición de la esclavitud ya que fue restituido el absolutismo. El texto pudo conocerse a través de su Memoria que demuestra la necesidad de extinguir la esclavitud de los negros en la isla de Cuba, atendiendo a los intereses de los propietarios, a través del cual se conoce el Proyecto de Varela y su sabiduría.
Como se sabe la invasión de los franceses obligó a trasladar las Cortes de Madrid a Sevilla, luego a Cádiz en donde son disueltas y los Diputados tienen que huir a otros sitios de Europa, como Francia, Alemania… Varela y los otros dos diputados cubanos huyeron a Marruecos, de allí a Gibraltar y luego, en un buque de carga, partieron hacia New York. Aparecen registrados los nombres de los tres el 17 de diciembre de 1823 en la Aduana de esa ciudad, pero habían llegado el día 15. Para el gran Varela, Cuba y España quedaban definitivamente atrás, pero la pequeña isla caribeña quedó por siempre en el corazón de aquel hombre que entonces sólo tenía 35 años.
Félix Varela permaneció poco tiempo en Nueva York pues la inclemencia del clima le afectó y sufrió varios ataques de asma enfermedad que padeció desde niño, es por esa razón que viajó a Filadelfia, que era entonces una importante ciudad, en busca de un clima donde se pudiera sentir mejor. Estuvo poco tiempo en este lugar durante el cual inició la publicación de El Habanero cuyo objetivo era que circulara en nuestra capital, lo que logró pero además circuló en otras importantes ciudades. Más tarde debió regresar a Nueva York.
En los 7 números que pudo publicar, cada uno de los cuales poseía 25 ó 30 páginas Varela hizo una importante campaña en pro de la independencia de Cuba. Ya el ilustre habanero no concebía que se hicieran reformas o se concediera la autonomía, ahora preconizaba la independencia y quería a su Cuba tan independiente en lo político como en lo geográfico.
Es importante señalar que él comprendió que no era todavía el momento de lanzarse a la guerra pues no existían las condiciones para ello (idéntica percepción a la que tuvo Martí, muchos años después en territorio norteamericano) ello se infiere de este planteamiento suyo en el primer número de El Habanero:
En mi concepto las llamadas conspiraciones si han hecho algo a favor de la independencia ha sido proporcionar que haya muchos presos y que otros teman estarlo.
En el siguiente número expresa:
Quiera o no Fernando (VII), sea cual fuere la opinión de sus vasallos en la isla de Cuba, la revolución de aquel país es inevitable. La diferencia sólo está en el tiempo y en el modo, y desde este punto de vista es como quisiera yo que se considerase el asunto.
Queda perfectamente clara la visión exacta que tenía Varela pues los que no tuvieron ese elemento en cuenta como el patriota Joaquín de Agüero fracasaron, el conocimiento de la realidad cubana, su capacidad de análisis le permitieron constatar que aun no era el momento de ir a una guerra, en esos párrafos queda, sin embargo, claramente expuesto que el Padre Varela ya es un luchador independentista que desde su trinchera colabora para la futura guerra por la independencia nacional.
La labor desplegada por el maestro Varela en contra del colonialismo español fue considerada de tanto peligro por los colonialistas españoles que el gobernador y capitán general de Cuba, Don Francisco Dionisio Vives (1823-1832) contrató a un matón, el Tuerto Morejón, muy conocido por los encargos de ese tipo que cumplió del gobierno español, para que asesinara a Varela. El asesinato fue frustrado porque, desde Cuba, los amigos del Padre Varela lo pusieron en guardia.
Cuando el mencionado asesino llegó a Nueva York en marzo de 1825 para cumplir su deleznable misión los feligreses que atendía Varela, en especial los inmigrantes irlandeses, impidieron que se consumara el crimen. El fracasado Tuerto regresó a Cuba obligado por los mencionados simpatizantes del Padre. Se ignora como lograron convencer al asesino para que desistiera. La labor del Padre Varela en esa fría ciudad fue de enorme valor humano, resulta impresionante como Varela pudo llevar a cabo, de manera simultánea, una amplia labor de concientización política y sacerdotal de manera exitosa.
Un hecho poco conocido es la posibilidad que hubo en algún momento de que Varela fuera designado Obispo de Nueva York en atención a sus grandes méritos. En setiembre de 1829 el Obispo de Nueva York, Jean Dubois viajó a Europa en donde permaneció mucho tiempo, hombre ya mayor, enfermó y se presumía que no volvería a Nueva York. Antes de partir había dejado a Varela como uno de los dos Vicarios Generales de la diócesis. La labor incansable desplegada por Varela, muchas veces atentando contra su salud como cuando se produjo la epidemia de cólera en 1832, motivó que fuera propuesto como Obispo. Al conocer este hecho la misión diplomática española en Estados Unidos de América intervino y España hizo llegar al Secretario de Estado de Su Santidad Cardenal Gisseppe Albani un documento en el cual se brindaban detalles del incendiario Varela que incitaba a la rebelión contra España. El diplomático de Su Santidad respondió que no le había llegado propuesta alguna pero que de llegar tendría en cuenta las recomendaciones recibidas desde Madrid.
Félix Varela decidió permanecer en Estados Unidos de América por razones diversas entre ellas su conocimiento de que en Cuba le sería imposible permanecer, la hostilidad de que era objeto el ya anciano y venerable Obispo Espada, además de su decisión de colaborar en el desarrollo de la iglesia católica en Estados Unidos de América, cuya religión predominante era, y es, la Protestante. Espada falleció el 13 de agosto de 1832 y la Corona española se ocupó de que el nuevo obispo no tuviera las peligrosas ideas de su antecesor que aunque no preconizaba la independencia era un hombre de ideas muy progresistas. Debe consignarse que los exiliados que regresaron a Cuba como el poeta José María Heredia pronto debieron salir de la misma nuevamente.
Al padre Varela habrá que recordarlo por muchas razones entre las que se destacan sus aportes científicos, pedagógicos, éticos. Su obra Cartas a Elpidio constituye un valioso aporte a la formación de los jóvenes a los que Varela consideró la dulce esperanza de la patria.
Hay un hecho que debe ser tratado con alguna minuciosidad pues debe ser conocido por quienes admiramos al padre Varela, se trata de la frase: el primero que nos enseñó en pensar. Veamos
A principios del año 1840 Gaspar Betancourt Cisneros viajó a Trinidad procedente de Puerto Príncipe, hoy Camaguey, allí conoció a un sacerdote que pretendía impartir Filosofía. La identidad del cura se desconoce pues en la prolongada polémica sostenida entre este y Betancourt Cisneros el cura firmaba como Ciudadano del Mundo. La polémica se tornó muy seria y se llevaba a cabo a través de publicaciones de La Habana, Puerto Príncipe y Trinidad.
En su edición de 19 de marzo el Correo de Trinidad y en la edición de la Gaceta de Puerto Príncipe de 26 de marzo de 1840 se publicó una extensa carta del Ciudadano del Mundo en donde explica aspectos de su discusión con Betancourt Cisneros y allí reproduce el siguiente dialogo:
GBC: ¿Con que va usted a abrir una cátedra de Filosofía en Trinidad?
CDM: Si señor, si acaso se proporciona que se reúnan algunos discípulos,
llevo ese ánimo.
GBC: ¿Supongo que enseñará Ud. la filosofía de Varela?
CDM: (Varela) No es santo de mi devoción.
GBC ¿Pues que piensa Ud. echarla por algunos de esos autores antiguos?
CDM: Yo le he de decir a Ud. la vedad: ni me llevo con muchas de las
opiniones de los antiguos, ni me gustan algunas de los modernos.
En esa misma publicación el Ciudadano del Mundo involucra a Don José de la Luz y Caballero alegando que el sabio es más amigo de Varela que Betancourt Cisneros y no acepta la filosofía de Félix Varela. Se intensificaba la larga polémica del Ciudadano del Mundo y Betancourt Cisneros, que no fue quien involucró a Luz y Caballero en la polémica, este último le escribió a su amigo Don Pepe, el 29 de febrero de 1840, entre otras cosas:
…Sólo le tiro una tenazada de caimán, de paso, a un fraile que me encontré a bordo, franciscano, español, que me dijo que iba a abrir una clase de filosofía en Trinidad. Entramos en materia, y el hombre es un pobre fraile, y nada mas, figúrese Ud. cuando me dijo que no estaba acorde con algunas doctrinas filosóficas de Varela, y que consideraba el latín como indispensable para estudiar filosofía.
Más adelante sigue escribiendo Betancourt Cisneros:
Pues volviendo al franciscano, verá Ud., Pepe, que fraile tan descortés y desvergonzado. Yo no le dije en mi artículo Trinidad cosa que pueda ofender a criatura viviente: él ha cogido el rábano por las hojas o la mona por la cola. En fin lea Ud. su ataque y mi contestación, y suelte Ud. la sentencia. Yo podría contestarle en otro estilo, pero no quiero pendencias con frailes… Por su artículo se puede juzgar la leche que dará esa vaca frailesca. Dígale algo, hombre!
Don José de La Luz y Caballero respondió la petición de Betancourt la cual fue publicada en la Gaceta de Puerto de Príncipe el 2 de mayo , reproducida el 14 de mayo en El Correo de Trinidad, y el 29 de mayo en el Diario de La Habana, todas en 1840. Escribió entre otras cosas, Luz y Caballero:
Al Ciudadano del Mundo residente en Trinidad. ¡Salud!
Grande es el honor que usted nos dispensa al señor Varela y a mí al insinuar que no obstante nuestra íntima amistad, diferimos en opiniones filosóficas. Pero esta proposición así aisladamente presentada, y sobre todo concebida en los términos que V (Usted) lo ha hecho, merece más de una rectificación.
Desde luego no por discrepar yo en algunas pocas opiniones de la del señor Varela, puede asentarse con fundamento que no sigo su filosofía.
Sabido es que la obra de mi ilustre paisano sirve de texto a mis lecciones en todos los días de la semana…
Y vea V. ahora señor Ciudadano del Mundo, como soy discípulo de Varela bajo muchos aspectos. Varela derrocó el escolasticismo es nuestro suelo, y yo aplaudo y aplaudiré su ruina. Varela fue nuestro legítimo Cartesio, en más de un sentido, ya por haber destruido el principio de autoridad con el consejo y el ejemplo de palabra y obra, ya por haber introducido en su consecuencia la libertad filosófica de pensar, el verdadero eclecticismo; así es que, no contento con destruir, se empeñó por edificar, y edificar con los materiales de más exquisita calidad que tuviera a su disposición; precisamente con los que sirven hoy de base hasta a aquellas de mis doctrinas en que discrepamos o podemos discrepar.
…Varela columbró primero y más que nadie en este país la importancia de las ciencias físicas, no ya sólo para los adelantamientos materiales de la sociedad, sino para dirigir y robustecer al entendimiento en todo género de investigaciones, y muy particularmente para el progreso de la filosofía racional, o propiamente dicha.
La respuesta del sabio Don José de la Luz y Caballero es una formidable valoración realizada por un discípulo a su maestro del que se sigue sintiéndose discípulo, porque admite sus aportes y grandeza. La misma concluye de modo rotundo:
Así que, creyendo haber llenado mi propósito de rectificar el equivocado concepto en que labora el señor Ciudadano del Mundo respecto de mis opiniones filosóficas en cotejo con las de mi ilustre maestro, concluyo esperando de su justificación se sirva aplicar al caso la preciosa máxima tan oportunamente invocada por El Lugareño, por ese patriota a toda prueba, que todo se vuelve hidalguía y buena intención, de sapientis est mutare consilium (es de sabio mudar de parecer) y sepa el Ciudadano y sepa el mundo, que al rendir el modesto Lugareño aquel testimonio de su celo al esclarecido Varela, no hizo mas que ceder a un sentimiento profundo de gratitud, de justicia, de amor a su suelo; pues mientras se piense en la tierra de Cuba, se pensará en quien nos enseñó primero en pensar.
Habana, 20 de abril de 1840.
La frase…el primero que nos enseñó en pensar ha sido transformada a veces perdiendo con ello su intención inicial. Debe quedar claro, en primer término, que Luz y Caballero no podía situar a Varela como el primero en orden cronológico pues eso significaría ignorar a su tío José Agustín Caballero. Por otra parte lo importante es que Luz y Caballero no se refería con esta expresión a un problema cronológico sino a algo mucho más sustantivo y trascendente: un problema gnoseológico (Teoría del conocimiento). La variación de la partícula en castra la expresión reduciéndola a la nada.
Fue el Dr. Roberto Agramonte, político neo-republicano y brillante intelectual reaccionario quien introdujo la confusión, ignoramos las razones por las que lo hizo o si fue un error lo cual debiera ser desechado tratándose de un hombre de la jerarquía intelectual del Dr. Agramonte.
Queda perfectamente claro, luego de analizar las fuentes en donde se publicó por primera vez el texto de Luz y Caballero, que este se refirió de manera muy lúcida a los aportes de Varela, aceptando que existía alguna discrepancia intelectual entre ambos en detalles pero que Varela era su maestro y guía
A principios de 1850 Varela realizó su cuarto y último viaje al sur de la Florida, ya nunca mas regresaría a New York, por este tiempo su enfermedad se ha hecho más crítica, su físico está muy deteriorado, su debilidad es visible. Tiene entonces 62 años.
En San Agustín de la Florida continuó su labor profundamente humana, convive con otros dos sacerdotes que cuidan con esmero de él, que está casi ciego y el temblor de sus manos le hace la vida muy difícil.
El viernes 18 de febrero de 1953 aproximadamente a las 8.30 de la noche falleció el ilustre precursor en medio de la solidaridad de seguidores y de la pobreza material. Unos días después llegó a ese lugar José María Casal con el encargo de entregarle una suma modesta de dinero recolectado en La Habana; en el lugar en donde se hospedó junto a su esposa, fue informado de que el Padre Varela había fallecido el 25 de febrero. Esa fecha fue repetida muchas veces, hasta ser aceptada por muchos.
La verdad histórica es que Varela falleció el día 18 y tal y como se acostumbraba en esa época permaneció insepulto, como cualquier persona de relieve, para recibir el homenaje de personas que podían estar muy distantes, hasta el día 26 de febrero de 1853 fecha en que fue sepultado.
La iglesia en Cuba no estaba interesada en que los restos de Félix Varela fueran traídos a la tierra del Presbítero, sin embargo, luego de múltiples gestiones de sus simpatizantes y del pueblo cubano fueron repatriados en noviembre de 1911. Allí en el alto centro de estudios quedaron los restos del padre hasta que se construyó un cenotafio en donde se depositaron definitivamente los restos del padre Varela el 22 de agosto de 1912; en ese monumento funerario está escrito en latín un bello mensaje que traducido al castellano expone:
Aquí descansa Félix Varela, sacerdote sin tacha, eximio filósofo, egregio educador de la juventud, progenitor y defensor de la libertad cubana quien viviendo honró a la patria y a quien muerto sus conciudadanos honran en esta alma universidad en el día 19 de noviembre de 1911.
Los restos del padre habían sido trasladados a Cuba en una urna funeraria por el Dr. Manuel Landa González que era entonces Presidente de la Audiencia de Pinar del Río. Esa Urna Funeraria fue entregada a esta Universidad de las Ciencias Pedagógicas y se conserva debidamente protegida en la Cátedra Félix Varela en donde puede ser apreciada por quienes lo deseen.
Con todos los méritos del Maestro Varela, de los cuales hemos señalado una síntesis muy breve, es fácil comprender por que la dirección de la Revolución Cubana tomó su nombre y primer apellido para identificar esta Institución cuando fue creada en 1964. El Maestro Félix Varela, que cifró su esperanza en la juventud, es una de las cumbres del pensamiento cubano. Armando Hart Dávalos ha señalado como los cuatro más grandes hombres nacidos en Cuba a: Félix Varela, José Martí, Julio A. Mella y Fidel Castro.
Los cubanos de hoy rendimos homenaje a Varela de manera permanente pero lo haremos de manera especial en esta Universidad de las Ciencias Pedagógicas en ocasión de ser el curso actual el que marca 45 años de labor ininterrumpida de servicios a la educación y cultura cubanas. Honrar al Padre Félix Varela es un derecho ineludible de todos los patriotas cubanos que rechazamos cualquier idea que menoscabe nuestra soberanía pues, como el Maestro Varela, queremos nuestra tierra tan independiente en lo político como en lo geográfico.
18 de agosto de 2009.
Fuentes Consultadas:
Conversaciónes con Mons. Carlos M de Céspedes García-Menocal.
Conversaciones con el Dr. Eduardo Torres-Cuevas
Señal en la noche, de Monseñor Carlos M de Céspedes.
Varela el precursor Un estudio de época, de Jorge Ibarra Cuesta
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