martes, 18 de octubre de 2011

Sus saltos…tenían la estética de la danza.



Alejandro Wall es un aficionado ferviente del deporte tema que conoce muy bien. Hace sólo unas semanas al atravesar ambos, con Cami y Naty, el Parque Central en La Habana estaba muy activa una Esquina caliente, se trata de un lugar en donde, apasionadamente, se discute sobre el tema. El se incorporó al debate como uno más y pudo comprobar con agrado...el dominio que tienen estos pibes del deporte en Argentina. Ale
es un guevariano apasionado solidario con la revolución cubana. Como esta entrevista con el Príncipe de las Alturas me pareció muy buena la comparto con ustedes.
Por Alejandro Wall
JAVIER SOTOMAYOR. A cinco días del comienzo de los Juegos Panamericanos, la leyenda cubana de salto en alto pasó por Buenos Aires y le contó a Tiempo Argentino sus impresiones sobre el deporte cubano y el atletismo mundial. Su vida tras el retiro, su récord de 2,45 metros que va camino a los 20 años de vigencia, el compromiso con su país, los tristes recuerdos de las acusaciones de doping...

Sentado en el enorme salón del Bauen, el hotel recuperado por sus trabajadores, Javier Sotomayor es un gigante y la silla, el mueble de una casa liliputiense. Sus rodillas quedan levemente apuntando hacia arriba. Este hombre ve el mundo de las alturas. No le da vértigo. Sotomayor mira a través de unos anteojos negros que terminan dándole el aspecto de un artista. Acaso lo sea: sus saltos en alto, además de marcar records y ganar medallas, tenían la estética de la danza.
Nadie llegó tan alto como él: 2,45 metros. No se trató de una casualidad sino producto de su talento y preparación. Sotomayor coleccionó seis oros en campeonatos mundiales, una medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92 y veinticuatro ocasiones en las que superó la barrera de los 2,40 metros. Sotomayor consiguió el primer récord de salto en alto al aire libre en Salamanca en 1988: hizo 2,43 metros. Al año siguiente, en San Juan de Puerto Rico, lo elevó a 2,44. En 1993, otra vez en la ciudad española, lo clavó en 2,45. Además, arrastra la plusmarca de 2,43 bajo techo desde hace veintidós años. Se retiró en 2001. En el medio, tuvo dos acusaciones de doping que, además de negar, el Príncipe de las Alturas ubica como lo más doloroso de su carrera.
Ahora, en esa silla que su metro noventa y cinco de altura hace pequeña, habla con Tiempo Argentino sobre su rol de manager de la selección cubana de atletismo, un cargo que lo destina al escritorio y a los trámites pero que lo mantiene conectado a lo que más le gusta: el deporte. En cinco días comenzarán los Juegos Panamericanos de Guadalajara, México, donde Cuba intentará, al menos, sostenerse en el medallero como escolta de los Estados Unidos, tal como sucedió en los últimos años. “El propósito es mantener el segundo lugar por país, cosa que es cada vez más difícil”, dice Sotomayor que, en su cuarta vez en la Argentina, participó del Foro Mercosur Latinoamericano del Deporte, la Educación Física y la Recreación, cuyo cierre se produjo ayer con la Primera Carrera Latinoamericana de Miguel, en la Escuela Ernesto Che Guevara de Berazategui.
–¿Tenés presente tu récord?
–Sí, lo tengo presente y cuando lo olvido me lo recuerdan. Me siento contento y orgulloso con eso. Y mientras más años pasan, más orgullo me da.
–¿Pensás en que los 2,45 puedan cumplir veinte años?
–Faltan dos años para eso, como veo los que tienen opción de llegar a 2,46, los veo un poco distantes.
–En el último Mundial Jesse Williams hizo 2,35, bastante lejos.
–Para un Mundial no es que sea un mal resultado, pero para una temporada sí.
–¿Por qué se generó tanta diferencia?
–Es una mezcla de todo. De talento, por supuesto, y también de preparación. Y agradezco que me haya tocado la mejor época de salto en altura en el mundo. Tuve grandes contrarios, que hacían saltos sobre los 2,40. Muchos de ellos entre los 2,38 y 2,42. Eso me obligó a hacer grandes resultados. Si me hubiera tocado otra época tal vez hubiera saltado menos.
–¿Hay límite para el humano?
–Hablar de límites es difícil. Pasará un tiempo, tu récord durará más que otro pero siempre habrá alguien que pueda superarlo.
–Tu marca parece insuperable...
–De momento sí, pero siempre hay que estar consciente de que alguien lo hará

A Sotomayor le gusta el fútbol. Es hincha de Real Madrid, acaso por las largas temporadas que su vida transcurre en España. Ahí se engancha con los partidos de la Liga. Larga una carcajada cuando se le pregunta si no disfruta más viendo al Barcelona. “Reconozco que es un gran equipo, el equipo del momento, pero, bueno, soy del Madrid”, se ríe. Por la noche, su vínculo con el fútbol hará algo más. En la Embajada de Cuba en Buenos Aires, Sotomayor se abrazará con el preparador físico Fernando Signorini y le preguntará por Diego Maradona. Tiene ganas de verlo: mantienen una amistad desde hace muchos años.
También cruzará bromas con Carlos “Calica” Ferrer, amigo de la infancia del Che. Sotomayor nació cuatro días después de que fusilaran a Guevara. Pero las ideas quedan. Alguna vez –o varias– Sotomayor renunció a la tentación del profesionalismo europeo, que intentó seducirlo con billetes. Él, en cambio, prefirió el amateurismo. Es la conciencia con la que crecen los niños en la isla socialista, como se lo mostró al mundo Teófilo Stevenson, que renunció a los millones que le ofrecían para pelear con Muhammad Alí. Sotomayor tenía como ídolo al atleta Alberto Juantorena, pero Teófilo era y es un ejemplo para todos, tanto como el deporte cubano, es un ejemplo para el mundo.

–¿Por qué empezaste a saltar?
–Por el sistema de enseñanza e iniciación del atletismo en Cuba. Por obligación entre las disciplinas que hay que hacer está el salto de altura. Cuando comencé no era mi predilecto. Pero a partir de los 14 sí lo fue, porque entre las cosas que hacíamos fue en la que más me fui destacando.
–¿Y ya se veía tu talento?
–Sin ser mi disciplina predilecta, fue en la que me fui destacando. Sin tener el deseo de hacerlo empecé a hacerlo.
–¿Qué se siente en el aire?
–Cuando lo haces bien hay placer. Cuando la técnica fluye y lo haces casi perfecto, hay placer en eso.
–¿Hubiera existido Sotomayor sin la Revolución Cubana?
–Eso está por verse (risas)...
–Pero la política de deporte cubana hizo lo suyo...
–Yo agradezco mucho a la Revolución, a todo lo que ha hecho por mí, lo que ha hecho por el deporte cubano. No sé si hubiera existido Sotomayor. O por ahí sí, pero no otros tantos. Quizá hubiera existido un Teófilo, pero no Sotomayor.
–De lo que conseguiste, ¿cuál es el recuerdo más grato?
–Por supuesto la medalla de oro de Barcelona. Y aunque hice varios records, el primero y el último, los dos en Salamanca.
–Tuviste momento difícil como las acusaciones de doping, ¿rescataste algún aprendizaje de todo eso?
–No, nada, eso fue muy doloroso.
–¿Y del apoyo que tuviste del pueblo cubano y de Fidel?
–Ah, eso sí. Desgraciadamente no quise que sucediera eso, pero sí sentí el apoyo de Fidel, las instituciones del deporte, del pueblo, de mis amistades y de mi familia.
–¿Y aún te persigue el sabor amargo? ¿O lo superaste?
–No creo, nunca lo voy a superar. Aunque no me pregunten siempre me viene a la mente.
–¿Quién es hoy el mejor atleta en el mundo?
–Usain Bolt, hoy no hay nadie que lo pueda superar
–¿Y en Cuba? ¿Dayron Robles?
–Dayron puede ser el más conocido de los atletas actuales nuestros. Pero hay otros tan como él. Yargelis Savigne, que se nos lesionó y no pudo alcanzar su medalla de oro en Daegu. En los lanzamientos tenemos a Yipsi (Moreno), tenemos a Yarelis (Barrios). En el Decatlon tenemos a Leonel Suárez. Hay un pertiguista nuevo, Lázaro Borges, un chico joven que ganó una medalla de plata en Corea. Tenemos muchos atletas de buena calidad como Dayron.<

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